miércoles, 5 de noviembre de 2014

La Isla Mínima

La Isla Mínima (2014)

Director: Alberto Rodríguez

Reparto: Raúl ArévaloJavier GutiérrezNerea BarrosAntonio de la TorreJesús Castro,Manolo SoloJesús CarrozaCecilia VillanuevaSalvador ReinaJuan Carlos Villanueva
Guión: Alberto Rodríguez y Rafael Cobos
Música: Julio de la Rosa



Mucho se ha hablado del thriller dirigido por Alberto Rodríguez desde bastante antes de su estreno en el Festival de Cine de San Sebastián, donde se alzó con los galardones a la mejor fotografía y al mejor actor para Javier Gutierrez, pero una de las cosas que más se han podido leer y más me llamaba la atención de la película era la comparación con la soberbia y aclamada ficción americana "True Detective" creada por Nic Pizzolato. No voy a entrar a valorar esas afirmaciones y voy a limitarme a realizar una reseña sobre la película, en primer lugar porque no creo que sea justo comparar una superproducción americana con más de 8 horas de duración, en la que tienes muchísimo más tiempo para desarrollar los personajes, apuntalar las historias, introducir varias tramas, y sobre todo hacer un retrato de un lugar y una época concreta, con una película española de hora y media de duración y cuyo presupuesto seguramente no alcance al de un solo episodio de la serie. Es decir...zapatero a tus zapatos y no mezclemos, como se dice en mi tierra, "ous amb caragols".

La Isla Mínima es una buena película. Sustentada por una fotografía añeja, de otro tiempo, de un lugar perdido de la mano de Dios, y sobre unos planos cenitales que ya desde el principio nos adentran en unos parajes laberínticos, confusos y peligrosos, Alberto Rodríguez nos traslada a un pequeño pueblo de las marismas del Guadalquivir en plena transición democrática, en el que dos niñas han desaparecido y a donde envían a dos policías a resolver el crimen como castigo o penitencia de cagadas anteriores.

El planteamiento inicial es rápido y no tardamos en conocer los rasgos principales de nuestros protagonistas, bien interpretados por Raúl Arévalo y sobre todo por Javier Gutierrez, que abandona su típico registro cómico para ofrecernos un personaje complicado, temible a la vez que entrañable. La relación entre los dos policías funciona perfectamente y por contraste, en una relación simbiótica en la que ambos deben ayudarse para llevar a buen puerto la investigación, pero en la que se esconden secretos que nunca llegan a salir a la luz, y que al fin y al cabo, son paradigma de lo que la película trata de contar respecto a la propia investigación, que finalmente se cierra ¿satisfactoriamente? 

Gutierrez es un policía rudo, solitario y que militó en los grises durante el franquismo, mientras que Arévalo interpreta a un chaval de la nueva hornada, demócrata y padre de familia, con un gran sentido de la justicia y ganas de volver a casa. Los dos empiezan la investigación y van descubriendo pistas, a la par que van descubriendo quién es su compañero. Las pistas les van arrastrando a una red de trata y abusos de menores en la que puede haber involucrada gente de las altas esferas. Y es en este momento donde la película decide que seamos nosotros los que lleguemos a conclusiones respecto de lo que ha pasado, porque a pesar de sembrar pistas y darnos la misma información que tienen los protagonistas, nos lleva de la mano a la confusión con un epílogo tan simple como memorable y claro incitador para un segundo visionado que de buen seguro nos puede aclarar muchas cosas, pero que desgraciadamente todavía no he disfrutado y por lo tanto os invito a que la veáis y cada uno saque sus propias conclusiones.


La investigación ocupa la mayor parte del metraje, y aquí es donde encuentro uno de los problemas de la película, que reside en que cuando el guión se aleja de esa investigación, yo me alejo de la película. Así, unas veces por lo que yo creo que es un error de casting, como es el caso de Antonio de la Torre y Nerea Barros como padres de las niñas desaparecidas, y otras por redundancia en contarme otra vez lo mismo, como en el caso de las conversaciones telefónicas del personaje de Raúl Arévalo con su mujer, mi interés caía en picado y dichas escenas se me hacían ciertamente largas. Afortunadamente no se recrea en ellas y no suponen un lastre muy importante en el resultado final.

La música acompaña perfectamente con melodías cargadas de tensión e incertidumbre y junto a la mencionada fotografía, y la excelente dirección de Alberto Rodríguez, que coloca la cámara justo donde tiene que estar, nos adentran en una emocionante historia de asesinatos en busca de un malo y de una redención de nuestros protagonistas que decidiremos, como he dicho más arriba, exclusivamente nosotros, siendo partícipes, desde mi punto de vista, de la lucha entre el pasado que representa Gutierrez (Franquismo, influencias, corruptelas) y el futuro esperanzador que representa Arévalo (Democracia, Justicia, Familia).

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